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martes, 21 de enero de 2014

ALARMA







ALARMA



¡A las armas!


                  Durante las campañas contra Italia, en los siglos XVI y XVII, los soldados franceses aliados de los españoles, al presentir un ataque gritaban: ¡aller arme! o ¡aller armes!, que significa: “dirigirse o coger el arma” y “dirigirse o coger las armas”. Esto, a los oídos de los españoles, debería sonar como: ¡all´arm! y ¡alé arms!, expresiones que pasarían a nuestro idioma como ¡al arma! y ¡a las armas! 
Desde 1547 se utiliza la forma contraída alarma en señal de prevención ante una situación de peligro, como aparece documentado en el Libro del muy esforzado cavallero Palmerín de Inglaterra, atribuido a Hurtado de Toledo. En tal sentido ha pasado al léxico militar con el significado de “aviso o señal que se da en un ejército o plaza para que se prepare inmediatamente a la defensa o al combate”.
Después, por metonimia, adquirió el valor de “situación de puesta a punto de la máquina de guerra de una unidad, avión o buque con actividades que suponen el máximo grado de prevención para la entrada en combate”.
Finalmente, entró en el lenguaje popular, figuradamente, como “inquietud, susto o sobresalto causado por algún riesgo o mal que repentinamente amenace”. He aquí, que en italiano valga tanto allarme como spavento.
 Locuciones con alarma
Curiosamente, alarma ha popularizado varias locuciones, con el significado de grito de aviso o para definir objetos o situaciones de peligro, como aparato de alarma, estado de alarma y señal de alarma. Asimismo, produjo los términos puesto, batería y cañón de alarma, para designar el puesto, batería y cañón destinados a dar la señal de referencia.
Falsa alarma nació para denominar una treta militar destinada a engañar y mantener en constante tensión al enemigo. Por extensión, se generalizó para referirse a cualquier situación que termina felizmente después de esperarse un final desgraciado.

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