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miércoles, 12 de febrero de 2014

ARTÍCULO

LA CIENCIA ETIMOLÓGICA

La investigación etimológica
             
                         En el proceso de investigación de las etimologías no solo hay que prestar atención a la lengua matriz sino, también, a la ya barbarizada, a escritos de la baja latinidad, a  glosarios y documentos más antiguos y a los primeros libros en español, a través de los cuales podemos comprobar como el latín se iba deteriorando y transformando en este nuevo idioma universal hablado hoy en España.
Citaremos, como ejemplo, las palabras ad: “a” y costa: “costilla, costado”, propias del latín. Con ellas el bárbaro compuso accostare, frecuente en escritos antiguos, que significa “arrimar la costilla a alguna parte”. De accostare, por simplificación fonética, se formó acostar, que quiere decir “arrimar”. De ahí, acostamiento con el valor de “acostarse, adherirse”, adquiriendo por metonimia la acepción “unidad militar de la Edad Media”.
Asimismo, facia para definir la preposición antigua “hacia”, cuyo significado es “con la cara dirigida a tal sitio” primero se decía facie ad y después faz a. La f se convirtió en h y por eso los que tienen en cuenta el origen o la pronunciación escriben hacia y los que lo desconocen, acia.
El enriquecimiento de los idiomas mediante la incorporación de vocablos nuevos puede hacerse por invención o descubrimiento, por el uso popular de nuevas expresiones, por herencia de otros idiomas y por evolución de palabras originales.
La palabra procedente de un invento o descubrimiento normalmente recibe el nombre de su descubridor, un derivado alusivo a determinadas cualidades del mismo (rifle del inglés to rifle: “estriar”), un nombre relacionado con la forma de su elección (quinto: “mozo llamado a filas, escogido de cada cinco”), un apelativo con alguna característica de su actuación o con el tipo de arma o instrumento que maneja (alabardero: “soldado con alabarda”), un acróstico derivado de su definición o funciones (HAWK: “Homing All the Way Killer”, palabra inglesa que define un misil antiaéreo), un nombre mitológico (diana: “toque al amanecer”) o un nombre histórico (mameluco: “soldado de una milicia egipcia privilegiada”).
El uso popular del lenguaje, a veces, deriva en la invención de palabras o en nuevas acepciones para las ya existentes (bisoño viene de la costumbre de algunos soldados de decir io bisogno: “yo necesito”). Las onomatopeyas son una fuente de inspiración en este proceso, por cuya vía podría encontrarse el origen de churrusco: “pedazo de pan demasiado tostado”, derivado de  churruscar: “asar o tostar demasiado una cosa”. No hay que olvidar la influencia de otros idiomas, como la del vocablo chamuscar, del portugués chamuscar: “quemar una cosa por la parte exterior” en la formación de churruscar.
Respecto a la herencia de otros idiomas, hay que tener presente varias consideraciones. Por ejemplo, en el céltico las terminaciones originales se ignoran ya que los escritores latinos, a quienes se debe la memoria de su origen, escribían en su lengua con terminaciones latinas, como ahora hacemos con las españolas. Así soldurius es voz céltica con terminación latina y soldado con terminación española. No obstante, esta regla no es válida en caso de tener otro origen etimológico, como que la palabra moderna en español venga de solidatus y esta de sólido.
Hay muchos vocablos célticos, usados en España antiguamente, que de no ser por los griegos y latinos hoy no sabríamos su significado. Así, Gesum, especie de arma según Atheneo es palabra española y según Servio francesa, por tanto, probablemente céltica.
La existencia de pocas palabras godas en español, se debe a que el rey Alfonso VI, a instancia del Papa Gregorio VII, prohibió el uso de la letra gótica, mandando emplear la romana. Este cambio hizo que se perdieran muchos textos escritos en letra gótica al no practicarla y no siendo aprendida se ignoraba su lectura.
Además, cuando los godos llegaron a la Península la lengua latina ya estaba connaturalizada y como nación enemiga de las letras ponían toda su gloria en la reputación de las armas. No obstante, se han conservado muchos nombres godos, como Armengól, en Cataluña, mismo que Hermenegildo, procedente de Erman-gild: “el que distribuye a los soldados”.
En el estudio etimológico hay que tener en cuenta dos aspectos fundamentales: el origen de la voz y su significado. Tercio, que viene del latín tertius, tertia, tertium: “tercero” significa “tercera legión”, presumiblemente, porque la legión romana se mantuvo en España mucho tiempo. Pero, para que esto sea verosímil debe probarse que el Tercio se llamaba así en aquel tiempo, sino habría que investigar otro posible origen etimológico.
Estas son algunas facetas de la compleja trama que conforma un idioma, cuyas palabras y sus acepciones manan, principalmente, de las siguientes fuentes: el Pueblo, origen y destinatario de las mismas; la Mitología, por su carga de simbolismo y leyenda; la Historia, por su enorme bagaje de conocimientos y experiencia; la Ciencia, por la precisión y rigurosidad de sus teorías y descubrimientos; la Literatura, por sus variadas y ricas figuras gramaticales y el Arte, por sus obras llenas de belleza y funcionalidad.
A estas fuentes acudiremos para investigar los variados procesos, lentos e inexorables, sobre el nacimiento y evolución de los términos militares tratados en la obra  los cuales, a través de anécdotas y curiosidades, presentan retazos de la historia de nuestros ejércitos.