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viernes, 24 de enero de 2014

ABROJO






ABROJO


               Antiguamente, cuando se combatía a pie o acaballo, se ponían obstáculos sobre el terreno para dificultar el avance del enemigo. Uno de ellos era un artefacto de hierro, en forma de estrella, provisto de cuatro pequeñas cuchillas o púas triangulares dispuestas en ángulos iguales, permitiendo al ser arrojados al suelo que siempre se clavasen tres punzones quedando uno hacia arriba.

Artilugio de guerra sencillo y muy eficaz para su época, aunque no mortífero, fue el precursor de las destructoras y temibles minas contra personal y contra carro actuales.

Curiosamente, el castellano abrojo, aunque proviene del latín, no lo ha hecho de su correspondiente tribulus. Tampoco viene del griego, donde existía la misma voz abrojo, con el significado de “seco, árido”, compuesta de la preposición a: “sin” y del verbo brejo: “mojar”, aunque su parecido con las características del fruto que dan las plantas del mismo nombre sería decisiva para la adopción del vocablo.

Lo más probable es que proceda, por similitud, del nombre empleado para designar el fruto de diversas plantas, como algunas de la familia de las Zigofiláceas, la mayoría de los géneros Tribulus y Fagonia. Con tallos rastreros, hojas opuestas, flores pequeñas amarillas y fruto capsular con cinco segmentos bicornes y gran cantidad de espinas fuertes y largas, son perjudiciales para los sembrados. También es el fruto de algunas malas hierbas, que poseen espinas u otros apéndices punzantes, denominación dada por su similitud funcional con los anteriores.

Estos frutos se bautizaron con la voz de cuño hispánico abrojos, formada por la contracción término latino aperi oculos: “abre los ojos”, por el peligro que suponían las espinas de estas plantas al andar por los cultivos y otros lugares donde se criaban, advertencia para los que hacían las faenas del campo en terrenos cubiertos de abrojos.  Después pasaría, por metonimia, a designar a la propia planta.

Tienen el mismo origen el portugués abrolho y el catalán abriülls o abrulls, habiéndose empleado con anterioridad la forma mozárabe abrewelo y como apodo abrueyo. El equivalente gallego es “abre os ollos”, cuya contracción abrollos es del pasado, abrojos es la actual y abrollos ha quedado con el valor de “escollo”.
Como vemos, abrojo, en español, es una palabra muy expresiva, a la que se ha llegado por dos caminos muy diferentes: la contracción de aperi oculos y la voz griega abrojo, como otra curiosidad de los estudios etimológicos.
La coincidencia de nuestro término con el vocablo griego sería decisiva para la implantación de abrojo en español, tanto para definir al fruto de la planta como al artefacto militar, a diferencia de la mayoría de los idiomas europeos que emplean dos voces distintas.
La Botánica utiliza tribule en francés, thistle en inglés, abrolho en portugués y bulzeldorn en alemán. El léxico militar adoptó chausse-trappe, crowfoot o caltrop, estrepe y fussangel, respectivamente. Se aparta de la regla el italiano con la forma griega tribolo, para ambos significados.

Evolución histórica

La noticia más antigua sobre el abrojo se remonta a unos 300 años a. C., empleado por los griegos para su defensa, colocando sobre el suelo unos artefactos de hierro con varias cuchillas denominados tribolos. Los romanos heredaron el vocablo como tribulus, empleando el objeto para defensas accesorias en fortificaciones de campaña y para inutilizar pasos obligados para la caballería.
En España abrojos se implantó, probablemente, en época latina o romance primitiva. En su equivalente catalana abriülls o abrulls la falta del artículo delante de ojo y la a- en lugar de la o- de la voz catalana obrir: “abrir” denotan que el nombre de la planta debió formarse en esa época, antes de la segunda mitad del siglo XII.
En efecto, entre los primeros documentos sobre el empleo de este termino en la Península Ibérica figura abrewelo, voz del glosario mozárabe de Miguel Asín Palacios (hacia 1100).Abrueyo, como apodo, aparece en 1171, en Orígenes del español de don Ramón Menéndez Pidal.
Según el arzobispo don Rodrigo, hay noticias sobre el empleo del abrojo por los moros en España, sembrando con ellos el campo de batalla de las Navas de Tolosa (16-07-1212). De poco les sirvió, ya que las tropas de Alfonso VIII de Castilla derrotaron al ejército almohade del califa Muhammad al-Nâsir, dejando la puerta abierta para su futura penetración por el valle del Guadalquivir.
Sin embargo, la primera documentación en que aparece abrojo es de mediados del siglo XIV en Castigos e Documentos para vivir bien, ordenados por el rey don Sancho IV.

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