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martes, 21 de enero de 2014

ALABARDA



ALABARDA



            Alabarda es un tecnicismo que define un arma ofensiva de corte y punta, compuesta por una larga asta de madera de unos dos metros de longitud y una moharra. Ésta va provista de una aguda hoja de unos treinta centímetros, rematada con una cuchilla en forma de media luna por un lado y por el opuesto con un hierro recto o curvado hacia abajo. Su forma era apropiada para desarzonar a los jinetes enemigos.
     Se trata de una de las herencias que nos dejaron otros Estados componentes de aquel vasto Imperio creado por Carlos I de España, donde “nunca se ponía el Sol”.
Alabarda procede del alemán medio helmbarte o hellebarde, de helm: “mango, empuñadura” y barte: “hoja de acero”. Literalmente, “mango con hoja de acero”, es decir, una especie de hacha o de lanza con el mango largo.
Clavada esta hacha en nuestro idioma, probablemente, a través de la voz francesa hallebarde, tomó la forma de alabarda, igual que en italiano, portugués y catalán, evidenciando el mismo origen la voz inglesa halberd.
Curiosa es la afirmación de Covarrubias que alabarda viene de Álava, basándose en que los alaveses fueron los primeros en utilizar esta especie de lanza. Además de la coincidencia lexicográfica, habría influenciado su afición a las lanzas, hasta el punto de denominar alavesa a una especie de lanza corta fabricada por ellos.
Con el tiempo, y siendo la alabarda un arma característica, tomó la acepción de “arma usada por el sargento de infantería” y por metonimia, a veces, designaba la “insignia” distintiva de este y el propio “empleo”. Asimismo, adquirió el valor figurado de “conjunto de alabarderos de un teatro”, personas asistentes a una representación de forma gratuita o mediante recompensa de los actores o empresarios, con la condición de aplaudir.
Evolución histórica
En alemán existe hellebarde desde el siglo XIII. El francés la adoptó en 1333 como hallebarde y el italiano comenzó a usar alabarda y labarda hacia 1500, como puede verse en algunos escritos de Maquiavelo. La historia de su incorporación al español está oscura a causa de las influencias recíprocas ejercidas por las formas de esos idiomas. La primera documentación conocida sobre el vocablo en castellano data de 1547 y se encuentra en la novela de caballería el Palmerín de Inglaterra.
En el siglo XV se incorpora la alabarda a las tropas de a pie para disponer de un arma capaz de enfrentarse con éxito a las temibles e invencibles fuerzas de caballe- ría. Los suizos fueron sus artífices, como también del “invento suizo”, nombre dado al origen y desarrollo de la infantería. La novedad de estas tropas radicaba en su organización y armamento, unos 4.000 hombres armados con arcabuces, picas o alabardas. Estas tenían por finalidad desarzonar a los jinetes enemigos, actuando por las uniones de sus armaduras.
La alabarda vino a España, en los albores del siglo XVI, de la mano del Real Cuerpo de Alabarderos, creado por el rey Católico para su guardia personal. El vocablo, posiblemente, llegó antes por bocas francesas, como hallebarde, tomado de sus vecinos suizos, que en uno de sus idiomas oficiales, el alemán, era helmbarte.
Desde entonces, solamente sería empleada por ciertas tropas especiales. En el siglo XVIII, al convertirse el fusil con bayoneta en el arma dominante, la alabarda y otras armas de infantería fueron innecesarias, siguiendo como arma distintiva del Real Cuerpo de Alabarderos hasta su disolución en el siglo XX.

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