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martes, 21 de enero de 2014

ALCAIDE



ALCAIDE


El Gran Capitán, Alcaide de Sanrtaella.


A partir del siglo XI el nombramiento de alcaide dado por el Rey a su representante en los Concejos de las ciudades realengas de Castilla no tenía el mismo significado que actualmente.
Esto es debido a que alcaide, desde su implantación en romance castellano, ha tomado diferentes valores a lo largo de la historia, como representante político y militar del rey en una plaza, encargado de la defensa de una fortaleza, capitán de gente de guerra, administrador de un Sitio Real, responsable de la custodia y buen orden de las alhóndigas y otros establecimientos, dueño de una mancebía y director de una cárcel.
Como representante real era un poderoso jefe político y militar dentro de su territorio. Este valor fue tomado directamente del origen etimológico de la palabra que, como el italiano y el portugués alcaide, el francés alcaïde y el inglés alcaid, procede del árabe al-gaid, al-caid o al’qâ´id, cuyo significado es “el capitán, el jefe, el general”, “gobernador de una ciudad”, participio activo del verbo gada o qâd: “mandar”, ”conducir un ejército”.
Probablemente, alcaide entró en lengua romance bajo la forma alcáed, documentada en 1118. Con la abertura de la -i- por influencia del hamza arábigo se formaría alc(h)áied, como aparece en un fuero navarro en el Cantar de Mio Cid. De aquí saldría la castellana alcaide por metátesis de las dos letras finales y alcáyad por asimilación. Esto explica las variantes antiguas, muy extendidas, alcayaz y alcayat.
Alcaide y alcalde
Alcaide nada tiene que ver con alcalde a pesar de la similitud lexicográfica, excepto en su origen común en el árabe. Alcalde significa: “presidente del ayuntamiento de un pueblo o término municipal” y procede de qâdi: “juez”, participio activo de qádà: “resolver, juzgar”. 

Evolución histórica

En el siglo XI, los Concejos de las ciudades realengas de Castilla, instituyeron el cargo de alcaide, con plenas atribuciones en los campos político y militar dentro del territorio de su jurisdicción, comprendiendo las facultades de recaudar tributos y ejercer la defensa. En el Reino de Marruecos era el gobernador de una ciudad. En Aragón, el denominado Alcaide de la Honor era el dueño o jefe de una mancebía.
El nombramiento de alcaide, al principio recaía en el jefe, habitualmente de clase noble, que custodiaba o defendía un castillo o fortaleza. Era otorgado por el Monarca, bajo juramento o pleito homenaje, con la obligación de administrarlo, regirlo y defenderlo. Al parecer, El Cid Campeador fue el primer caballero cristiano honrado con este título.
En el siglo XIV recibieron el nombramiento de Alcaides de Donceles los capitanes de algunos cuerpos de guerra y los encargados de instruir a determinados individuos para la milicia cuando salían a combatir contra los moros, como los donceles, que no eran pajes sino gente de guerra. Alfonso XI, concedió este título a don Alonso Hernández de Córdoba, Señor de Cañete.
Los alcaides llegaron a custodiar y defender ciudades fortificadas enteras en el siglo XV, como el Alcaide de Granada don Iñigo López, nombrado por los Reyes Católicos. Hasta finales del XVII las Ordenes Militares de Santiago, Calatrava y Alcántara contaron con sus propios alcaides, como funcionarios públicos, siendo suprimidos en 1685.
En el XVIII recibió el nombramiento de alcaide de cárceles el funcionario encargado de la administración de un penal o de la custodia y vigilancia de presos. Con la organización del cuerpo de empleados penitenciarios, en 1881 fue sustituido por el de director de penales y cárceles, aunque algunos países han conservando aquella denominación.
 En el siglo XIX se concedía el título de alcaide al Grande de España, conservador y administrador de algún sitio real. Este título sigue vigente en la actualidad, con las mismas atribuciones originales, otorgándose al responsable de la custodia y administración de algunos castillos y fortalezas.

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